Cluny
En el año 909 d.C. el Duque Guillermo de Aquitania, conde de Mâcon y Bourges, decidió lavar sus pecados donando un pequeño territorio al sur de Borgoña: Allí se fundó la abadía de Cluny.
Gracias a la donación de Guillermo El Piadoso los cluniacenses no estaban sometidos al dominio territorial de ningún señor feudal. Su obispo obedecía solamente al Obispo de Roma.
Los cluniacenses seguían la regla de San Benito, con la diferencia de que los cluniacenses encargaban el trabajo físico a siervos y colonos, mientras ellos se dedicaban sólo al trabajo espiritual.
Una de sus innovaciones era la tregua de Dios, es decir, no se podía guerrear del miércoles al lunes, ni contra religiosos o en horas de liturgia. En aquella época fue un gesto por la paz entre los cristianos.
De Cluny se fundaron otras abadías hijas, obedientes a ella, construyendo una pirámide jerárquica de 1500 abadías a finales del siglo XI extendidas por Francia, Italia, España, Alemania, etc...
Cluny había desarrollado un entramado político religioso dentro de cada reino europeo, al igual que hoy si pisas el interior de cualquiera Iglesia católica estás en territorio del Vaticano. Así hoy la Iglesia es Estado, dentro del Estado, podríamos decir sin exagerar.
Las abadías eran autosuficientes: una abadía se autoabastecía de todos los productos que necesitaba para vivir aunque fuera se acabara el mundo, huertas, viñedos, rebaños de ganado, bibliotecas, bodegas, molinos, torres defensivas...
Cuando Gregorio VII (1073-1085) inció la gran reforma de la cristiandad que lleva su nombre, Cluny fue el mejor método para expandirla por Europa.
Después de Cluny, algunos monjes, que tomaban el nombre de Citeaux quisieron dar un giro a la austeridad y fundaron el Císter, pero ya hablaremos en otra ocasión.
Además de la revolución monástica, Cluny es recordada como el vértice del arte románico (por primera vez hay arcos apuntados, cien años antes del nacimiento del gótico).
Cluny, hoy, es un hermoso pueblecito de Borgoña, como tantos preciosos pueblecitos de allí, con algunos restos del imponente complejo abacial finalizado en 1109, tras tres grandes fases arquitectónicas. La visita merece la pena si se tiene un mínimo interés histórico. La gestión es buena y veréis el vídeo 3D con la reconstrucción. La Abadía sufrió muchísimo durante la Revolución Francesa (1789).
En el cercano Paray-Le-Monial existe una gran iglesia considerada una réplica, tres veces menor, de lo que fue la imponente iglesia abacial de Cluny.
Hay una tienda de chocolates en mitad de la calle donde por cinco euros podéis comprar una bolsa de exquisitas trufas y os quedaréis embobados mirando la fuente de chocolate, imponente como la basílica.
Gracias a la donación de Guillermo El Piadoso los cluniacenses no estaban sometidos al dominio territorial de ningún señor feudal. Su obispo obedecía solamente al Obispo de Roma.
Los cluniacenses seguían la regla de San Benito, con la diferencia de que los cluniacenses encargaban el trabajo físico a siervos y colonos, mientras ellos se dedicaban sólo al trabajo espiritual.
Una de sus innovaciones era la tregua de Dios, es decir, no se podía guerrear del miércoles al lunes, ni contra religiosos o en horas de liturgia. En aquella época fue un gesto por la paz entre los cristianos.
De Cluny se fundaron otras abadías hijas, obedientes a ella, construyendo una pirámide jerárquica de 1500 abadías a finales del siglo XI extendidas por Francia, Italia, España, Alemania, etc...
Cluny había desarrollado un entramado político religioso dentro de cada reino europeo, al igual que hoy si pisas el interior de cualquiera Iglesia católica estás en territorio del Vaticano. Así hoy la Iglesia es Estado, dentro del Estado, podríamos decir sin exagerar.
Las abadías eran autosuficientes: una abadía se autoabastecía de todos los productos que necesitaba para vivir aunque fuera se acabara el mundo, huertas, viñedos, rebaños de ganado, bibliotecas, bodegas, molinos, torres defensivas...
Cuando Gregorio VII (1073-1085) inció la gran reforma de la cristiandad que lleva su nombre, Cluny fue el mejor método para expandirla por Europa.
Después de Cluny, algunos monjes, que tomaban el nombre de Citeaux quisieron dar un giro a la austeridad y fundaron el Císter, pero ya hablaremos en otra ocasión.
Además de la revolución monástica, Cluny es recordada como el vértice del arte románico (por primera vez hay arcos apuntados, cien años antes del nacimiento del gótico).
Cluny, hoy, es un hermoso pueblecito de Borgoña, como tantos preciosos pueblecitos de allí, con algunos restos del imponente complejo abacial finalizado en 1109, tras tres grandes fases arquitectónicas. La visita merece la pena si se tiene un mínimo interés histórico. La gestión es buena y veréis el vídeo 3D con la reconstrucción. La Abadía sufrió muchísimo durante la Revolución Francesa (1789).
En el cercano Paray-Le-Monial existe una gran iglesia considerada una réplica, tres veces menor, de lo que fue la imponente iglesia abacial de Cluny.
Hay una tienda de chocolates en mitad de la calle donde por cinco euros podéis comprar una bolsa de exquisitas trufas y os quedaréis embobados mirando la fuente de chocolate, imponente como la basílica.
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fabiola -