El taxista que se lo pasa pipa
Llego a la esquina de Juan Ramón Jiménez con el Brillante. No hay ningún taxi a la vista, pero sí dos chicas con falda roja y un chico azul esperando.
Me coloco en la esquina, pero suficientemente lejos de ellos.
Llega un taxi por mi lado y se detiene, diciendo:
-¿Eres tú Marcelino Paniagua?*- y yo no soy, claro.
Las chicas vienen corriendo y mirándome con cara de "Nosotrasestábamosprimero".
-¿Sois vosotras Marcelino Paniagua?- y ellas no eran, claro.
Explica el taxista,
-Yo sólo puedo llevarme al cliente que ha llamado por teléfono pidiendo un servicio.
Y el taxista exhibe en su mano la biblia del taxista: el papelito que imprime la máquina con el nombre del cliente. La chica, airada, protesta. El taxista le dice que se aguante. Y yo, en medio, les pido,
-Por favor, ¿podrían darme el número de radio taxi, para que pueda pedir mi propio taxi?
La chica está enfadada y se retira a esperar su taxi, momento que el taxista aprovecha para decirme,
-Tú, cállate y espera, que si Marcelino no viene, te llevo a tí.
Así que me callo, mientras el taxista me explica que hay que esperar unos minutos de rigor, que mira que si el cliente llega y el taxi se ha largado, que él tiene que cumplir unas órdenes, que hay que aguardar si viene Marcelino durante un tiempo prudencial... blablabla... -¡Venga, móntate que nos vamos!- y me lleva.
Al pasar por delante de las chicas con falda roja y el chico azul, que nos miran cabreados, el taxista les grita:
-¡Ahora vengo a por vosotros!- y se desconoja de risa, ante la cara de tontos de ellos.
Me mira y dice: -¡Qué rabia les da cuando hago esto!- y nos reímos los dos.
Luego me explica que lleva sólo un par de meses trabajando de taxista y yo pienso que se lo debe de estar pasando pipa, disfrutando de tener un taxi cuando es sábado a las cuatro de la mañana y decidiendo quién se sube.
En la foto, la calle Pipa, en el mercado grande de Budapest.
*Toda pura coincidencia con la realidad es pura coincidencia.
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Marcelino Paniagua -