La Budapest de Chico Buarque
¿Qué es lo primero que haríais si quisiérais escribir una novela titulada "Budapest" y en la que la mitad de la acción transcurre en esa ciudad? ¿tal vez visitar la ciudad? Chico Buarque piensa que basta haber tenido una novia húngara a los dieciocho años (o sea, en 1962).
El punto de partida de la novela me prometía algo interesante: la crisis de un brasileño a través de su descubrimiento como extranjero de la impronunciable lengua húngara. En la cubierta posterior del libro se dice que el húngaro es la "única lengua que el diablo respeta", citando un supuesto proverbio húngaro.
Efectivamente la lengua húngara posee un alfabeto de 42 letras y casi todos los sonidos pronunciables. Sólo se parece lejanamente al estonio y al finlandés, de modo que viene a ser como el vasco, una lengua aislada, extraña, y que sólo hablan los autóctonos. El húngaro es tan difícil que los mismos húngaros tienen problemas para explicar por qué dicen algo de una forma y no de otra.
Tenía ganas de leer la novela, publicada en España por Anagrama (2003).
Lo primero que me encontré en ella es una explicación muy floja del punto central del libro: la extrañeza ante el húngaro. Tan mala que es increíble que el personaje protagonista comience a entender húngaro por ciencia infusa (p.47 o p.56), en situaciones ridículas. Poco después el autor pasa a inventarse palabras que no vienen en el diccionario, como kêrekport y kêrekpart (p.60), y, que si existieran, estarían mal escritas dado que los húngaros tienen catorce vocales, pero no tienen "ê". Al final el personaje de la novela llega a dominar el idioma magyar, corrigiendo incluso a los literatos húngaros, para terminar como poeta, de la noche a la mañana y sin gran esfuerzo...
El hilo argumental es muy confuso. Chico Buarque ha declarado en una entrevista que tardó dos años y pico en escribir el libro, pero el libro da la impresión de que está escrito con muchas prisas. De hecho, la crítica literaria de Francisco Solano en "El País" se titulaba "Laberinto mental".
En la misma entrevista el autor no nos tranquiliza acerca de su proceso de creación literaria:
"Buarque habló de sus inicios en la literatura, y cómo la censura impuesta por la dictadura militar en Brasil en los años 60 le llevó a escribir metáforas que, dijo, a veces ni él mismo entiende cuando las relee."
Además, como el mismo autor indica en otra entrevista al Diario Clarín:
"Todos los nombres propios son de jugadores de la selección de fútbol de Hungría de 1954. Están todos los que jugaron aquel mundial. O son escritores, calles o restaurantes. Cuando estaba terminando me di cuenta de que faltaban todavía tres nombres y me dije, "¡caramba!, ¿qué hago?". Y puse sus nombres a los editores del libro: Lantos, Lorant & Budai."
A estas alturas no esperaba que Chico Buarque me descubriese ningún secreto de la lengua húngara, su cultura o de la ciudad de Budapest, que nunca ha pisado. Pero sí esperaba que cuando hablase de Río de Janeiro no citase solamente los lugares de las guías turísticas como Ipanema, Copacabana y el Palo de Azúcar... esperaba aprender algo de los brasileños... pero no se aporta nada sobre Brasil... o de cómo ven los húngaros a los brasileños y vicecersa.
De hecho, en la novela se podrían haber utilizado Montevideo y Varsovia, sin cambiar nada del contenido.
Para mayor cabreo, al libro que compré en la Librería Española de Cracovia le faltan unas veinte páginas, que aparecen en blanco, alternándose con páginas escritas.
Ya estaba atando una soga para colgarme cuando leí nuevas declaraciones de Chico Buarque a los medios:
"Chico Buarque reconoció que no conoce Budapest, pero asegura que «existe una conexión» entre la capital de Hungría y su ciudad natal, Río de Janeiro, «aunque histórica y lingüísticamente nadie se atrevería a imaginarlo»."
Sospecho que tampoco puede imaginarlo el propio autor, puesto que no lo dice ni en la entrevista, ni en el libro.
Finalmente, sólo me queda implorarle al pueblo brasileño:
Ya sé que Chico Buarque como músico es uno de los más grandes, ya sé que es amigo del ministro de Cultura y que el tío es un encanto en las entrevistas, pero no era necesario darle por este libro el máximo galardón literario de Brasil (Premio Jabutí) y con eso no le hacéis ningún favor.
Lo mismo le digo a Caetano Veloso, Jose Saramago y el tal Richard Flanagan que le han dedicado elogiosísimos comentarios.
Vayan todos un par de semanas a Hungría, léanse algo de Esterházy Péter cuando habla de la ciudad, de Márai Sándor, de Jószef Attila, de Jókai Mór, de Molnar Ferenc, etc... e intenten comprender o pronunciar cualquiera de esas palabras que les rodean... no es tan fácil, lo prometo...
El punto de partida de la novela me prometía algo interesante: la crisis de un brasileño a través de su descubrimiento como extranjero de la impronunciable lengua húngara. En la cubierta posterior del libro se dice que el húngaro es la "única lengua que el diablo respeta", citando un supuesto proverbio húngaro.
Efectivamente la lengua húngara posee un alfabeto de 42 letras y casi todos los sonidos pronunciables. Sólo se parece lejanamente al estonio y al finlandés, de modo que viene a ser como el vasco, una lengua aislada, extraña, y que sólo hablan los autóctonos. El húngaro es tan difícil que los mismos húngaros tienen problemas para explicar por qué dicen algo de una forma y no de otra.
Tenía ganas de leer la novela, publicada en España por Anagrama (2003).
Lo primero que me encontré en ella es una explicación muy floja del punto central del libro: la extrañeza ante el húngaro. Tan mala que es increíble que el personaje protagonista comience a entender húngaro por ciencia infusa (p.47 o p.56), en situaciones ridículas. Poco después el autor pasa a inventarse palabras que no vienen en el diccionario, como kêrekport y kêrekpart (p.60), y, que si existieran, estarían mal escritas dado que los húngaros tienen catorce vocales, pero no tienen "ê". Al final el personaje de la novela llega a dominar el idioma magyar, corrigiendo incluso a los literatos húngaros, para terminar como poeta, de la noche a la mañana y sin gran esfuerzo...
El hilo argumental es muy confuso. Chico Buarque ha declarado en una entrevista que tardó dos años y pico en escribir el libro, pero el libro da la impresión de que está escrito con muchas prisas. De hecho, la crítica literaria de Francisco Solano en "El País" se titulaba "Laberinto mental".
En la misma entrevista el autor no nos tranquiliza acerca de su proceso de creación literaria:
"Buarque habló de sus inicios en la literatura, y cómo la censura impuesta por la dictadura militar en Brasil en los años 60 le llevó a escribir metáforas que, dijo, a veces ni él mismo entiende cuando las relee."
Además, como el mismo autor indica en otra entrevista al Diario Clarín:
"Todos los nombres propios son de jugadores de la selección de fútbol de Hungría de 1954. Están todos los que jugaron aquel mundial. O son escritores, calles o restaurantes. Cuando estaba terminando me di cuenta de que faltaban todavía tres nombres y me dije, "¡caramba!, ¿qué hago?". Y puse sus nombres a los editores del libro: Lantos, Lorant & Budai."
A estas alturas no esperaba que Chico Buarque me descubriese ningún secreto de la lengua húngara, su cultura o de la ciudad de Budapest, que nunca ha pisado. Pero sí esperaba que cuando hablase de Río de Janeiro no citase solamente los lugares de las guías turísticas como Ipanema, Copacabana y el Palo de Azúcar... esperaba aprender algo de los brasileños... pero no se aporta nada sobre Brasil... o de cómo ven los húngaros a los brasileños y vicecersa.
De hecho, en la novela se podrían haber utilizado Montevideo y Varsovia, sin cambiar nada del contenido.
Para mayor cabreo, al libro que compré en la Librería Española de Cracovia le faltan unas veinte páginas, que aparecen en blanco, alternándose con páginas escritas.
Ya estaba atando una soga para colgarme cuando leí nuevas declaraciones de Chico Buarque a los medios:
"Chico Buarque reconoció que no conoce Budapest, pero asegura que «existe una conexión» entre la capital de Hungría y su ciudad natal, Río de Janeiro, «aunque histórica y lingüísticamente nadie se atrevería a imaginarlo»."
Sospecho que tampoco puede imaginarlo el propio autor, puesto que no lo dice ni en la entrevista, ni en el libro.
Finalmente, sólo me queda implorarle al pueblo brasileño:
Ya sé que Chico Buarque como músico es uno de los más grandes, ya sé que es amigo del ministro de Cultura y que el tío es un encanto en las entrevistas, pero no era necesario darle por este libro el máximo galardón literario de Brasil (Premio Jabutí) y con eso no le hacéis ningún favor.
Lo mismo le digo a Caetano Veloso, Jose Saramago y el tal Richard Flanagan que le han dedicado elogiosísimos comentarios.
Vayan todos un par de semanas a Hungría, léanse algo de Esterházy Péter cuando habla de la ciudad, de Márai Sándor, de Jószef Attila, de Jókai Mór, de Molnar Ferenc, etc... e intenten comprender o pronunciar cualquiera de esas palabras que les rodean... no es tan fácil, lo prometo...
5 comentarios
Pistacho Veloz -
Lo de critiquillo oportunista, ni te lo respondo, fíjate gachón.
pedro -
gregoriok -
HOLD the Moon -
gregoriok -